miércoles, 3 de septiembre de 2008

VALOR SEPTIEMBRE: Reparación. LEMA: Justicia y reparación, la fuerza del corazón.




Hermanos y hermanas reciban mi saludo paternal de paz y bien en el Señor Jesús.



En la vivencia comunitaria de los valores que nos llevan a la justicia, durante el mes anterior reflexionamos el valor de la Denuncia, la realización de un hecho contrario a las normas, al bien común y que afecta la armonía y la con-cordia de la comunidad (carta de Agosto 2008); ahora avanzamos, pues no basta con simplemente señalar, es nece-sario que todo vuelva al orden original, es necesario que exista la Reparación, que debemos situarla, ante todo, dentro del marco de la Reconciliación que hace de las víctimas y de los opresores una nueva creación.

La reconciliación es mucho más que la reparación de daños y el arrepentimiento de los males cometidos. Todo ello está incluido, pero la idea de reconciliación que propone la Sagrada Escritura supone que este acontecimiento nos introduce en un nuevo estado y nos transforma en nuevas criaturas. La reconciliación no se reduce a una nueva restauración del orden legal o moral, nos lleva a un lugar donde nunca antes habíamos estado: es un don que brota libremente de la gracia, cuyo fruto nos lleva necesariamente al perdón; es una nueva creación en lo más profundo de nuestro ser: darle cabida en nuestro corazón a los que nos han hecho mal, a nuestros enemigos.

En el contexto de la legislación de nuestro país la Reparación es muy mencionada y reclamada como la retribución que se da a las víctimas sobrevivientes de las situaciones de violencia. En Cristo la reparación no es un simple acto mecánico, de restaurar lo dañado, o sanar al enfermo, o devolver la alegría a quien se encuentra triste. Quien repara, movido por el Espíritu de Cristo, deja las cosas mejor aún, que como estaban al principio: “Y a quien le haya exigido algo injustamente, le devolveré cuatro veces más” (Lc 19.8), dijo Zaqueo lleno de arrepentimiento.

Frente a la realidad que nos correspondió vivir, esa misma a la que nos hemos acercado a través de las denuncias del mes anterior, requiere ser transformada. Reparar, al estilo de Cristo, consiste en que los esposos corrijan las fallas y se perdonen y reconcilien mutuamente, vuelvan al amor primero; en que los hijos respeten y obedezcan a sus padres como lo hacían en sus primeros años; en que los hermanos se comprendan y se amen, y tengan un mismo sentir; en que los amigos sean desinteresados y siempre atentos a las necesidades del otro; en que dentro de la so-ciedad a la vida de las personas no se le tase por un valor comercial, sino que se le reconozca la dignidad de “imagen y semejanza de Dios”. Solo así, y no por otros caminos, la Reparación será auténtica y aportará, en la consecución de la justicia, dándole otro sentido; será un eslabón más frente a la estructura de pecado que nos carcome y destruye; será en fin, constructora de concordia y de paz.

“Justicia y reparación, la fuerza del corazón”, es nuestro lema de este mes: motivación para poner todo nuestro empeño cristiano por una reparación auténtica, testimoniada en relaciones fraternas que dignifican a la persona, la familia y la sociedad, fruto del perdón y de la reconciliación y expresión de la justicia auténticamente cristiana.

Con aprecio paternal les doy mi bendición.

+ VÍCTOR MANUEL LÓPEZ FORERO
Arzobispo de Bucaramanga

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